Probablemente ya lo habías notado, pero a mí me encanta viajar. Veo los viajes como una oportunidad para re-enfocarme, pedirle dirección a Dios y disfrutar del mundo que creó para nosotros. De hecho, estoy escribiendo esto montada en un autobús, guiando desde Roma hacia Florencia en un viaje de retiro personal.
Hace unos cuantos años, Dios me sorprendió con un viaje estudiantil que me gané para México. Fue un tiempo hermoso en mi vida y un testimonio de los detalles que Dios tiene con sus hijos. Volando sobre México, vi dos cosas desde la ventana del avión que me conmovieron muchísimo. Volábamos sobre una alfombra de nubes blancas que cubría todo el panorama. Pero, en el horizonte, la cima de un volcán imponente traspasaba la barrera de nubes. Cuando vi eso, fue tanta la impresión que se me salieron las lágrimas. Era la primera vez que veía una vista como esa y me impactó el tamaño de la montaña.
Otras montañas espectaculares vistas en mi viaje actual (los Alpes suizos)
La segunda cosa fue una enseñanza que Dios quiso mostrarme visualmente porque él sabía que, como artista, entendería mejor la lección si la veía. Al acercarnos al aterrizaje, miraba por la ventana y veía los carros conduciendo por las carreteras como pequeñas hormigas transitando por el piso de un bosque. Me fijé que desde el avión yo tenía una perspectiva privilegiada por encima de los conductores en la tierra. Veía las intersecciones y anticipaba los movimientos de los carros antes de que pasaran. Incluso, desde esta vista, podría prever un accidente. Dios me ministró que así mismo, él tiene una perspectiva extra-mega privilegiada sobre mi vida. Yo veo el semáforo que me detiene, o el peatón que cruza frente a mi carro, forzándome a guiar con precaución. Pero yo no puedo ver el camión que viene a dos cuadras de mí, tal vez sin frenos o guiando de manera errática. Dios sí lo puede ver, porque su perspectiva es mucho más alta y perfecta que la mía. Es completa, porque él no está limitado por el tiempo: él ve el pasado, el presente y el futuro.
Fue un momento de luz para mí. Y a mi corta edad, pensé que nunca olvidaría esa ilustración y que me ayudaría en mis momentos de prueba a recordar la soberanía y previdencia de Dios, y así confiar en él a ciegas. La verdad es que no olvidé la lección. Pero la otra verdad es que cuando los problemas y pruebas de la vida son más difíciles que los que tenía a los 17 años, entonces no se me hace tan fácil confiar que la providencia de Dios me está librando de algo peor más adelante. ¿Cómo creer que cuando las cosas están patas arriba, es todo parte del plan de Dios? El plan original, no uno de emergencia porque algo se le escapó de su control y ahora tiene que ver cómo lo resuelve. ¡Cómo lucho con esta lección!
Qué fácil es escuchar la historia de otro creyente y decirle, “No te preocupes, Dios está en control. Él sabe de qué te está librando, tú verás que todo va a estar bien”. Ahora, ¡qué duro es creer eso sobre nuestras propias vidas y circunstancias! A veces, necesitamos dar un paso atrás y tratar de ver las cosas desde otra perspectiva.
Nuestra perspectiva aumenta o disminuye el tamaño de lo que tenemos delante.
Cuando me concentro solo en mi problema, es como si me quedara quejándome por el tapón en que estoy metida, cuando ese tapón bien puede ser la herramienta que Dios está usando para salvarme la vida. Una vez, tomé una ruta alterna al salir de mi trabajo. Para mi sorpresa, por la ruta nueva había un bloqueo de policías y me dieron una multa de $200 porque el permiso de mi auto se había vencido unos días antes (yo ni cuenta me había dado). Obviamente, no estaba feliz por la multa, pero pensé que a lo mejor si hubiera tomado otro camino, podría haber tenido un accidente fatal. Si Dios permitió la multa, sabiendo que era una cantidad muy alta para mí, solo él sabe de qué me libró.
A veces, cuando Dios nos habla y nos comparte hacia dónde nos quiere dirigir, creemos que vamos para allá inmediatamente. Pero por lo que veo en la palabra y en la vida de muchos creyentes, incluyendo la mía, Dios casi nunca nos lleva del punto A al punto B y listo. Nos lleva de la A a la G, a la C, luego a la T, etc. Si lo comparamos con un juego de mesa, a menudo los caminos por donde Dios nos lleva son más como el juego de Chutes and Ladders. Damos un paso y subimos por una escalera, tres pasos más tarde, bajamos por la chorrera, después caminamos otra vez y subimos, para luego tomar otro desvío y volver al sitio donde empezamos. Estoy hablando de la ruta, no de nuestra bienestar.
Considera a Pablo, por ejemplo. Él no se convirtió en el Pablo que conocemos de la noche a la mañana. Dios le dio una gran encomienda cuando se le reveló, ¡pero él no escribió sus cartas al otro día de recobrar la vista! Tomó AÑOS de procesos y lecciones. Incluso, en su carta a los Romanos, podemos ver que aun siendo quien era ya, él también anhelaba ser confortado en su fe de forma mutua con los otros creyentes (Rom.1:12). Pienso que si Pablo no hubiera pasado tanto tiempo preso, a lo mejor no habría sentido la urgencia de escribirle cartas a los creyentes. ¿Sabía él que el mundo tendría acceso a esas cartas? Él pudo haberse quedado amargado en una prisión apestosa. Sin embargo, decidió usar sus prisiones para compartir las verdades del evangelio que Dios ha usado por miles de años. Desde su perspectiva, a lo mejor él veía unos pocos creyentes leyendo sus cartas. Por otro lado, Dios veía que esas cartas nos enseñarían cómo vivir la vida del creyente, que inspirarían miles y miles de libros, predicaciones, conversaciones, disensiones y hasta blogs como este :)
Esa una razón por la cual Dios se mueve de esta forma, por el bienestar de otros. Pero otra razón es porque Dios está en el proceso de madurarnos y llevarnos a la medida de plenitud de Cristo. “Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa, para que seáis perfectos y cabales, sin que os falte cosa alguna” (Stg.1:2-4, lee también Ef.4:13).
¡Ay, pero cómo queremos entender todo de una vez! “Señor, ¿por qué me estás permitiendo pasar por esto? ¿Por qué no lo sanaste? ¿Por qué te llevaste a esta persona de mi vida? ¿Por qué no me dieron la oportunidad a mí? ¿Por qué no tengo la familia que quiero tener? ¿Por qué tantos años de sufrimiento?" Y tantas otras preguntas que le hacemos al Señor. Preguntas que muchas veces no tienen respuesta que nos satisfaga. Que solo cuando le veamos cara a cara a lo mejor entenderemos. Digo a lo mejor porque no creo que cuando yo vea a Dios en su majestad voy a salir preguntándole, “Oye, ¿por qué no me dieron aquel trabajo en el 2016?" Creo que ya nada de lo que nos ocurre tendrá importancia. Hmmm, eso suena a que nuestra perspectiva será completamente distinta. ¿Será que entenderemos que él no necesita nuestro permiso para obrar en el mundo? ¿Que a él nadie le enseñó cómo crear la tierra, ni tampoco carece de todos los datos que nosotros tenemos (y le queremos dar)?
Inmediatamente, pienso en Job. Cuántas vicisitudes pasó Job y cuánto reclamó y preguntó a Dios, y de forma bastante elocuente para ser un mortal. Igual que hacemos nosotros a menudo. Igual que hicieron Marta y María, “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto...” (Jn.11:21) ¿Sabes? Cuestionar a Dios no es en sí algo malo, la palabra está llena de ejemplos de siervos de Dios que lo hicieron. Él sabe que desde nuestra perspectiva, no vemos todo el panorama. Habla con él, dile cómo te sientes, pero reconoce su soberanía dentro de todo. “No se haga mi voluntad, sino la tuya”, “Hágase tu voluntad, como en el cielo, así también en la tierra”. (Lc.22:42 y Mt.6:10).
Después de que Job se desahogó haciendo sus preguntas y discursos, Dios le contestó con sus propias preguntas y observaciones. Te exhorto a que leas toda la respuesta que Dios le dio a Job porque en ella hay unos detalles muy hermosos sobre el poder creativo de Dios. Consideremos que Dios podía responderle de muchas formas: explicándole que Satanás había pedido permiso para tentarle (a Job), reprendiéndole por su osadía, callando o ignorando sus preguntas, etc. Sin embargo, Dios le responde engrandeciéndose por su poder. Mucha de su respuesta se basa en describir lo que Él creó, incluyendo una descripción del leviatán, lo que suena mucho a un dragón o algún tipo de bestia que hoy día no tenemos, pero con la cual Job sí estaba familiarizado. ¡Esto sí se lo quiero preguntar a Dios en el cielo!
Piensa en la respuesta de Dios. En esencia, lo que hace es destacar una pequeña parte de su resumé. Suficiente para callar las quejas de Job. Quita a Job y su situación del centro de enfoque y lo pone en Dios y su poder creativo. Dios y sus planes. Dios y su omnisciencia. Dios y su gloria. Esta es la clave para poder caminar día a día cuando andamos por un valle. Es cambiar nuestra perspectiva de una egocéntrica y obsesionada con entender el motivo del dolor, a una centrada en la grandeza y poder de Dios. Claro, no podemos olvidarnos de las promesas hermosas que Dios tiene para con nosotros, ni de la restauración que Dios trajo sobre la vida de Job. Pero mira la actitud de Job en su respuesta después que Dios le habló: "...te preguntaré, y tú me enseñarás” (Job 42:4). Cuando tenemos la actitud de aprender de Dios, Dios nos honra y nos lleva de gloria en gloria. Cuando nos irritamos contra Dios (según Proverbios 19:3, "La insensatez del hombre tuerce su camino, y luego contra Jehová se irrita su corazón") por el sufrimiento, nos estancamos, amargamos y no crecemos.
Amiga, Dios no está ajeno a nuestro dolor. Dios no te ha olvidado. Él está obrando aún cuando parece que nada está pasando. ¿Dónde anclaremos nuestra confianza? ¿En nuestro entendimiento limitado o en aquel que tiene poder para crear dragones invencibles? ¿Aquel quien llama a cada estrella por su nombre, que sabe cuántos cabellos hay en nuestra cabeza, que crea bestias del campo, que da vida a lo que estaba muerto y quien crea cosas donde no había nada?
A lo mejor no puedas montarte en un avión ahora para cambiar de perspectiva literalmente, pero a lo mejor una caminata corta en un bosque cercano te ayude a ver las cosas creadas. Un pajarito que canta te recuerda que él cuida de las aves, un insecto ruidoso te recuerda que toda la creación le adora, una puesta de sol te acuerda que su misericordia se renueva en solo unas horas y que a la mañana vendrá la alegría.
Les dejo con parte de la respuesta de Dios para Job en el capítulo 38:
¿Dónde estabas tú cuando yo fundaba la tierra? Házmelo saber, si tienes inteligencia.
¿Quién ordenó sus medidas, si lo sabes? ¿O quién extendió sobre ella cordel?
¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular,
Cuando alababan todas las estrellas del alba, Y se regocijaban todos los hijos de Dios?
¿Quién encerró con puertas el mar, Cuando se derramaba saliéndose de su seno,
Cuando puse yo nubes por vestidura suya, Y por su faja oscuridad,
Y establecí sobre él mi decreto, Le puse puertas y cerrojo,
Y dije: Hasta aquí llegarás, y no pasarás adelante, Y ahí parará el orgullo de tus olas?
¿Has mandado tú a la mañana en tus días? ¿Has mostrado al alba su lugar,
Para que ocupe los fines de la tierra, Y para que sean sacudidos de ella los impíos?
Ella muda luego de aspecto como barro bajo el sello, Y viene a estar como con vestidura;
Mas la luz de los impíos es quitada de ellos, Y el brazo enaltecido es quebrantado.
¿Has entrado tú hasta las fuentes del mar, Y has andado escudriñando el abismo?
¿Te han sido descubiertas las puertas de la muerte, Y has visto las puertas de la sombra de muerte?
¿Has considerado tú hasta las anchuras de la tierra? Declara si sabes todo esto.
¿Por dónde va el camino a la habitación de la luz, Y dónde está el lugar de las tinieblas,
Para que las lleves a sus límites, Y entiendas las sendas de su casa?
¡Tú lo sabes! Pues entonces ya habías nacido, Y es grande el número de tus días.
¿Has entrado tú en los tesoros de la nieve, O has visto los tesoros del granizo,
Que tengo reservados para el tiempo de angustia, Para el día de la guerra y de la batalla?
¿Por qué camino se reparte la luz, Y se esparce el viento solano sobre la tierra?
¿Quién repartió conducto al turbión, Y camino a los relámpagos y truenos,
Haciendo llover sobre la tierra deshabitada, Sobre el desierto, donde no hay hombre,
Para saciar la tierra desierta e inculta, Y para hacer brotar la tierna hierba?
¿Tiene la lluvia padre? ¿O quién engendró las gotas del rocío?
¿De qué vientre salió el hielo? Y la escarcha del cielo, ¿quién la engendró?
Las aguas se endurecen a manera de piedra, Y se congela la faz del abismo.
¿Podrás tú atar los lazos de las Pléyades, O desatarás las ligaduras de Orión?
¿Sacarás tú a su tiempo las constelaciones de los cielos, O guiarás a la Osa Mayor con sus hijos?
¿Supiste tú las ordenanzas de los cielos? ¿Dispondrás tú de su potestad en la tierra?
¿Alzarás tú a las nubes tu voz, Para que te cubra muchedumbre de aguas?
¿Enviarás tú los relámpagos, para que ellos vayan? ¿Y te dirán ellos: Henos aquí?
¿Quién puso la sabiduría en el corazón? ¿O quién dio al espíritu inteligencia?
¿Quién puso por cuenta los cielos con sabiduría? Y los odres de los cielos, ¿quién los hace inclinar,
Cuando el polvo se ha convertido en dureza, Y los terrones se han pegado unos con otros?