top of page

En esta sección puedes leer sobre las historias detrás de las fotos que he tomado a través de los años y algunas de mis piezas de arte. Una de las cosas que más disfruto de la fotografía, es precisamente el proceso de tomar la foto. ¡A veces, la historia es más interesante que la misma foto! Te comparto aquí lo que he vivido detrás del lente

Crayones y lecciones de vida

  • Foto del escritor: Karenlie
    Karenlie
  • 1 jul 2017
  • 3 Min. de lectura

Estaba teniendo una de esas tardes en las que la maternidad se sentía como una montaña imposible de escalar. Mis hijas estaban peleando por unos crayones que había comprado esa mañana. La de siete años no quería que la de dos los usara por miedo a que los rompiera. Yo le expliqué que eran precisamente para usarse, y que compraría más una vez esos inevitablemente se rompieran o desaparecieran misteriosamente (¿cómo pueden desaparecer tantos crayones en una casa?). Nada estaba funcionando.

Para completar, la bebé estaba a punto de saltar como acróbata de la silla alta de comer, en rebeldía por no permitirle comer en la mesa (como no alcanza bien, se derrama toda la comida en su falda). No era mi mejor momento. Usualmente, a eso de las seis de la tarde, mi paciencia maternal disminuye como un 40%. No me iba bien.

Eventualmente, logré que se calmaran. Sequé lágrimas y logré que comida encontrara su camino a los estómagos. Unos minutos después, caos. Esta vez en la bañera. La mayor volvió con el asunto de los crayones. Otra vez. Con mucha calma (retomé mi compostura), le expliqué por qué era necesario compartir y todas las otras lecciones que usualmente tratamos de forzar en un momento de enseñanza. En medio de mi discurso, me miró y me interrumpió con un dramatismo digno de un Óscar. Estaba entripada, desnuda, con sus brazos lánguidos a ambos lados, como sin esperanza mientras decía, "Esto no te va a gustar...pero, yo creo que sencillamente...¡¡soy EGOíSTAAAAAAAAAAAA!!"

En ese momento, todo mi coraje y frustración desaparecieron. Mi corazón sintió una fuerte ola de compasión y amor. La envolví en una toalla y la abracé fuertemente. "Mi amor, yo soy egoísta. Todos somos egoístas. Es nuestra naturaleza humana". La conversación que siguió fue una lección de vida tanto para mí, como para ella.

Dios, como nuestro Padre perfecto, entiende nuestra lucha contra nuestra tendencia pecaminosa. Nuestra inclinación natural de buscar nuestro bien por encima del de los demás. La guerra constante en nuestro interior por hacer lo que queremos en lugar de lo que debemos. Era su lucha de compartir esos crayones con una sonrisa en su rostro, o quedárselos todos para ella, gastando hasta el último pedacito de la envoltura.

Mientras la miraba ahí frente a mí, sabía exactamente cómo se sentía. Yo he estado ahí muchas veces. Constantemente. Diariamente. Desnuda ante Dios, completamente consciente de mi incapacidad de ser la mujer que anhelo ser. Pero, por primera vez, experimenté lo que imagino Jesús puede sentir hacia sus hijos en esos momentos.

Me conmovieron sus palabras iniciales, "Esto no te va a gustar...", como si ella estuviese a punto de revelar un profundo secreto que yo ignoraba. Le preocupaba que me estuviera decepcionando, como si el que ella admitiera ese dato sobre su vida cambiara mi opinión y amor por ella; pero, ya no podía aguantar el peso de su descubrimiento en su interior, así que confesó.

¿No es así como a menudo nos acercamos a Jesús? Él no va a estar contento por esto. No me va a amar por esto. No puedo vivir bajo sus estándares. No soy suficientemente bueno para esto de "seguir a Cristo". Sin embargo, lo que yo sentí por mi hija en ese momento fue gracia. Yo sé que eres egoísta. Yo sé que no puedes hacer lo que quieres hacer, ¡yo soy igual a ti! Si yo, siendo un ser imperfecto, pude sentir eso hacia ella, ¿cuánta más gracia derrama sobre nosotros nuestro Padre perfecto?

"Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado. Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro". Hebreos 4:15, 16

¡Jesús entiende nuestra lucha! Por eso es que vino a tomar nuestro lugar, a morir por nosotros. Él sabía que no podíamos lograrlo por nuestra propia cuenta. Lo supo antes de crearnos, y aún así, decidió amarnos. Era Su plan todo el tiempo.

¿Qué mayor gracia? ¿Qué mejor noticia?

Saberme insuficiente, pero suficiente en Él.

Indigna, pero comprada al precio más alto.

Débil, pero hecha fuerte en Él.

Mortal, pero coronada con vida eterna a través de su sacrificio.

Egoísta, pero amada por aquel quien entregó a su propio Hijo por amor a mí.

Mientras abrazaba a mi hija, mojada y sollozando, le di gracias a Dios por abrazarme a mí en mi quebranto. Esa es mi victoria sobre el egoísmo. No yo, sino Cristo en mí.

© 2024 Apertura 8.12. Todos los derechos reservados. 

  • Instagram Social Icon
bottom of page